miércoles, 20 de enero de 2010

El Puente



EL PUENTE


No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes cayeron en un conflicto. Este fue el primer problema serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua.
Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.
Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero.
- "Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso".
- "Sí", dijo el mayor de los hermanos, tengo un trabajo para usted.
Mire al otro lado del arroyo, en aquella granja vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor.
La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros pero él desvío el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor.
¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más.
El carpintero le dijo: "Creo que comprendo la situación".

El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo.
Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo.
El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su quijada cayó.
No había ninguna cerca de dos metros. En su lugar había un puente que unía las dos granjas a través del arroyo. Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos.
En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano mayor le dijo:
- "Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho".

Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas.
- "No, espera". "Quédate unos cuantos días, tengo muchos proyectos para ti", le dijo el hermano mayor al carpintero.

"Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes por construir".
Muchas veces dejamos que los malentendidos o enojos nos alejen de la gente que queremos, muchas veces permitimos que el orgullo se anteponga a los sentimientos, no permitas que eso pase.

Dios te bendiga!

La Linterna



LA LINTERNA



Alberto adquirió el compromiso de ser el encargado en su pueblo de pararse cada noche cerca de cruce de tren con la carretera.. y llevar con sigo una linterna de tal manera que pudiese alertar a los conductores que pasaban por allí y así evitar un choque catastrófico.! Una noche muy oscura se percató de que el tren estaba próximo a la intersección,  se levanto de su silla, agarró su linterna y corrió tan rápido como pudo. Al llegar a la carretera, observó un auto que se acercaba a toda velocidad, levanto su mano sosteniendo fuertemente la linterna y empezó a moverla lentamente de un lado al otro,  el conductor parecía no disminuir la velocidad, a lo que alberto reaccionó moviendo su linterna un poco más rápido, su esfuerzo parecía inútil el auto se aproximaba al cruce donde el tren de 100 vagones cruzaba con fuerza.

Alberto empezó a brincar y a mover su linterna con tanta fuerza que le dolía su brazo mientras su desespero parecía de nunca acabar,  el auto aumentaba su velocidad, el accidente era inevitable. El auto paso por su lado como si no lo hubiera visto, y se estrelló contra el tren con tanta fuerza que quedo reducido a pedacitos, fue una catástrofe atroz,  todo el pueblo se levantó y corrió al lugar de tan terrible accidente.

Al llegar a lugar, Alberto decía: "hice todo lo que pude, por mas fuerte que balanceaba mi linterna fue imposible que el conductor me viera".

A lo que un lugareño le respondió: mientras caminaba por aquí lo observé todo, si es cierto que usted hizo un esfuerzo muy grande, ¡Pero, olvidó encender su linterna.!


Muchas veces tenemos toda la buena intención de mostrarles a otros el amor de Dios, pero si olvidamos encender nuestras linternas y ser luz, pasarán por nuestro lado y se estrellarán con los trenes de la vida.. 

Oración: 

"Jesús mío, ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que yo vaya, inunda mi alma con tu Espíritu y tu Vida; penetra en todo mi ser y toma posesión de tal manera, que mi vida no sea en adelante sino una irradiación de la tuya.
Quédate en mi corazón con una unión tan íntima, que las almas que tengan contacto con la mía, puedan sentir en mí tu presencia y que, al mirarme, olviden que yo existo y no piensen sino en Ti.
Quédate conmigo. Así podré convertirme en luz para los otros.
Esa luz, oh Jesús, vendrá de Ti; ni uno solo de sus rayos será mío: yo te serviré apenas de instrumento para que Tú ilumines a las almas a través de mí.
Déjame alabarte en la forma que es más agradable, llevando mi lámpara encendida para disipar las sombras en el camino de otras almas. 


Déjame predicar tu Nombre con palabras o sin ellas... Con mi ejemplo, con la fuerza de tu atracción, con la sobrenatural influencia evidentemente del amor que mi corazón siente por Ti."   AMEN!


La Tienda del Cielo


LA TIENDA DEL CIELO

Hace mucho tiempo atrás, caminaba por el camino de la vida.  Un día vi el letrero que leía, "La Tienda del Cielo".  Cuando me vine a dar cuenta ya estaba parado dentro de ella.

Vi muchos ángeles parados dondequiera, uno me dio una canasta y me dijo:  "Hijo mío, compra con cuidado".  Todo lo que un Cristiano necesitaba estaba en esta tienda.  Y lo que no te podías llevar ahora, lo llevabas después.  Primero compré paciencia; amor estaba en la misma fila; más abajo había comprensión, eso se necesita dondequiera que uno va.  Compré dos cajas de sabiduría y dos bolsas de fe y no me olvidé del Espíritu Santo, cómo olvidarme si estaba dondequiera.


Me paré a comprar fuerzas y coraje para ayudarme con esta carrera que es la vida.  Ya se me llenaba la canasta, cuando recordé que necesitaba gracia.  Y no podía olvidar la salvación, pues es gratis.  Siendo así,  traté de tomar bastante para salvarme a mí y salvarte a ti.

Caminé hacia el cajero para pagar lo que debía, pues creí que tenía todo lo que necesitaba para hacer la voluntad de mi Padre.  Pero cuando caminaba hacia el cajero, vi la oración y tuve que también poner en mi canasta, porque sabía que cuando saliera de la tienda el pecado me iba a estar esperando.


Había paz y mucha felicidad, estaban en el último estante.  Canción y alabanza colgaban del techo, y arranqué uno de cada uno para mí.

Llegué al cajero y le pregunté al Angel:  "¿Cuanto debo?"  El sonrió y me respondió,  "Lleva tu canasta donde quiera que vayas".  Otra vez le pregunté:  "Si, ¿pero, cuanto debo?  El, otra vez sonrió y me respondió:


"Hijo mío, Jesús pagó tu deuda hace mucho tiempo..."